Leamos en Espanol. Крючкова В.В. - 16 стр.

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Mire, don Gerardo, hoy he pescado dos truchas. A ver... ¡Qué
grandes! ¡Eso sí que son truchas!
Y eso que no es la temporada.
Un día el niño llegó del río muy excitado.
¿Qué te pasa, muchacho?
Pues estaba pescando debajo del puente romano y veo a un sapo que
sale de detrás de una pequeña roca que hay en el otro lado del río.
Sí, sí. Bueno, un sapo...,
¿
y que?
Era bastante grande. Se pone de pie, levanta un pequeño violín y empieza a
tocarlo. ¡Lo tocaba como una persona! ¡Como uno de esos músicos que tocan en la
orquesta de las fiestas! Ha tocado un rato y después ha desaparecido.
¿Qué dices, chico? ¿Has estado soñando! ¿No habrás tornado pastillas
o alguna cosa rara?
Le juro que no, don Gerardo. Le juro que lo he visto de verdad.
No era la primera vez que Manolito contaba cosas increíbles. En el barrio
tenia fama de ser un niño con mucha fantasía.
Los siguientes días, al regresar del rió, Manolito le volvía a contar a don
Gerardo lo mismo: había aparecido el sapo y había tocado el violín.
Un día Gerardo no pudo contenerse más y le dijo:
Mira, hoy voy a ir contigo al río. Si lo del sapo es verdad, te regalo la
bicicleta, pero si es mentira...
Trato hecho dijo Manolito.
Y se dieron la mano con fuerza, como dos hombres.
Cuando llegaron al río, Manolito indicó el sitio donde él solía estar
pescando, se acercó el índice a los labios para pedir silencio al hombre y se
quedó quieto, esperando la aparición del sapo.
Pasaron unos largos minutos. De pronto, Gerardo pudo ver, al otro lado del
río, un bulto que apareció detrás de una pequeña roca. ¡Era un sapo! El sapo se
levantó sobre sus patas posteriores, llevaba algo en las manos que muy bien
    — Mire, don Gerardo, hoy he pescado dos truchas. — A ver... ¡Qué
grandes! ¡Eso sí que son truchas!
    — Y eso que no es la temporada.
    Un día el niño llegó del río muy excitado.
    — ¿Qué te pasa, muchacho?
    — Pues estaba pescando debajo del puente romano y veo a un sapo que
sale de detrás de una pequeña roca que hay en el otro lado del río.
    — Sí, sí. Bueno, un sapo..., ¿y que?
    — Era bastante grande. Se pone de pie, levanta un pequeño violín y empieza a
tocarlo. ¡Lo tocaba como una persona! ¡Como uno de esos músicos que tocan en la
orquesta de las fiestas! Ha tocado un rato y después ha desaparecido.
    — ¿Qué dices, chico? ¿Has estado soñando! ¿No habrás tornado pastillas
o alguna cosa rara?
    — Le juro que no, don Gerardo. Le juro que lo he visto de verdad.
    No era la primera vez que Manolito contaba cosas increíbles. En el barrio
tenia fama de ser un niño con mucha fantasía.
    Los siguientes días, al regresar del rió, Manolito le volvía a contar a don
Gerardo lo mismo: había aparecido el sapo y había tocado el violín.
    Un día Gerardo no pudo contenerse más y le dijo:
    — Mira, hoy voy a ir contigo al río. Si lo del sapo es verdad, te regalo la
bicicleta, pero si es mentira...
    — Trato hecho — dijo Manolito.
    Y se dieron la mano con fuerza, como dos hombres.
    Cuando llegaron al río, Manolito indicó el sitio donde él solía estar
pescando, se acercó el índice a los labios para pedir silencio al hombre y se
quedó quieto, esperando la aparición del sapo.
    Pasaron unos largos minutos. De pronto, Gerardo pudo ver, al otro lado del
río, un bulto que apareció detrás de una pequeña roca. ¡Era un sapo! El sapo se
levantó sobre sus patas posteriores, llevaba algo en las manos que muy bien
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