Leamos en Espanol. Крючкова В.В. - 49 стр.

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No te preocupes, hombre, que el que tienes está bien.
Es que es nuestro mejor cliente.
Lo primero que hizo cuando llegó a su casa fue probarse el traje. Era algo
anticuado y le venía estrecho.
Pues yo encuentro que te está la mar de bien le dijo su mujer.
¡Qué va! ¿No ves que no puedo abrochármelo? Tengo que adelgazar
tres o cuatro kilos. No me importa que sea un poco anticuado. ¡Pero tengo que
poder abrochar el batón! Para cenar, tomaré sólo una ensalada.
Aquella misma noche, antes de cenar, estuvo haciendo gimnasia mientras
veía la televisión. Estaba sudando. Se subió varias veces a la báscula para
comprobar su peso. Pero pesaba siempre lo mismo.
¡Hombre! le dijo su esposa , ¡no vas a pretender perder unos kilos
en tan poco tiempo!
Déjame contestó él . Ya verás. ¿No ves cómo estoy sudando? Algo
tengo que estar perdiendo, por lo menos unos gramos. Esta báscula es una
porquería.
Dos días más tarde Augusto hab́a adelgazado efectivamente unos gramos.
El mismo lo había podido comprobar en la báscula de la farmacia, que era
mucho más sensible. Eso sí, se había alimentado a base de agua y fruta y todo
su tiempo libre lo dedicaba a hacer gimnasia.
Una semana después, el día 23 por la tarde, se vistió para ir a la fiesta.
¿Ves el traje? le dijo a su mujer . Me está un poco justo, pero casi
no se nota.
Llegaron puntuales a la fiesta. En el jardín había ya algunas personas. El
señor Conde y su mujer les recibieron en la puerta del jardín.
¡Hombre, Augusto! ¡Qué alegría! ¡Y qué elegante vienes! le dijo el
señor Conde.
Augusto se dió cuenta de que él era el único que llevaba traje. Todo el
mundo llevaba ropa deportiva. Muchos iban con vaqueros.
    — No te preocupes, hombre, que el que tienes está bien.
    — Es que es nuestro mejor cliente.
    Lo primero que hizo cuando llegó a su casa fue probarse el traje. Era algo
anticuado y le venía estrecho.
    — Pues yo encuentro que te está la mar de bien — le dijo su mujer.
    — ¡Qué va! ¿No ves que no puedo abrochármelo? Tengo que adelgazar
tres o cuatro kilos. No me importa que sea un poco anticuado. ¡Pero tengo que
poder abrochar el batón! Para cenar, tomaré sólo una ensalada.
    Aquella misma noche, antes de cenar, estuvo haciendo gimnasia mientras
veía la televisión. Estaba sudando. Se subió varias veces a la báscula para
comprobar su peso. Pero pesaba siempre lo mismo.
    — ¡Hombre! — le dijo su esposa —, ¡no vas a pretender perder unos kilos
en tan poco tiempo!
    — Déjame — contestó él —. Ya verás. ¿No ves cómo estoy sudando? Algo
tengo que estar perdiendo, por lo menos unos gramos. Esta báscula es una
porquería.
    Dos días más tarde Augusto hab́a adelgazado efectivamente unos gramos.
El mismo lo había podido comprobar en la báscula de la farmacia, que era
mucho más sensible. Eso sí, se había alimentado a base de agua y fruta y todo
su tiempo libre lo dedicaba a hacer gimnasia.
    Una semana después, el día 23 por la tarde, se vistió para ir a la fiesta.
    — ¿Ves el traje? — le dijo a su mujer —. Me está un poco justo, pero casi
no se nota.
    Llegaron puntuales a la fiesta. En el jardín había ya algunas personas. El
señor Conde y su mujer les recibieron en la puerta del jardín.
    — ¡Hombre, Augusto! ¡Qué alegría! ¡Y qué elegante vienes! — le dijo el
señor Conde.
    Augusto se dió cuenta de que él era el único que llevaba traje. Todo el
mundo llevaba ropa deportiva. Muchos iban con vaqueros.
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