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— Nosotros tambien nos vamos — dijo Roberto, el otro hombre —.
Tenemos que empezar a trabajar.
— Señoritos — les dijo una mujer que vendía lotería —. ¿Quieren un
número? Llevo el número de la suerte. Sólo me queda uno.
— ¿Ah, sí? ¿Cuál es? — preguntó Juan, irónico.
— ¡El 365! El mismo número que días tiene el año, señoritos — dijo ella.
— Dénos el número, pues — dijo Juan —. Lo compartiremos.
— Muy bien — dijo Roberto mientras pagaba la mitad de lo que costaba el
número.
Juan sacó un sobre del bolsillo para meter el billete. Estuvieron un largo
rato discutiendo sobre quién se iba a quedar con el número para guardarlo. El
sobre pasó de una mano a otra varias veces. Los amigos pagaron la consumición
y se despidieron.
Unos días más tarde, ya en Madrid, al mirar las noticias en la televisión,
Juan vió que les había tocado el premio gordo. No se lo podía creer. ¡El número
365! ¡Les habían tocado 40 millones de pesetas! Recordaba que, con las prisas,
se había dejado el sobre con el billete en el pueblo. Pero el número era fácil de
recordar.
Durante un rato estuvo imaginando lo que podría hacer con el dinero. Iba a
comprase un nuevo coche, se compraría una casa adosada en las afueras de
Madrid... En pocos minutos los 40 millones ya eran insuficientes para pagar
todo lo que él quería.
De pronto se acordó de que tenía que compartir el premio con su amigo
Roberto. No le parecía justo que si él había tenido la idea y si era quien tenía el
billete, tuviera que compartirlo. Tendría que inventar una excusa. Le diría,...
¿qué le diría?.. Le diría que le habían robado el número.
Al día siguiente Roberto le había dejado un mensaje en el contestador:
Pásate por mi casa esta tarde. Tengo una buena noticia. Esto quería decir que
ya sabía que les había tocado el premio. Por la tarde Juan fue a ver a Roberto.
— Nosotros tambien nos vamos — dijo Roberto, el otro hombre —. Tenemos que empezar a trabajar. — Señoritos — les dijo una mujer que vendía lotería —. ¿Quieren un número? Llevo el número de la suerte. Sólo me queda uno. — ¿Ah, sí? ¿Cuál es? — preguntó Juan, irónico. — ¡El 365! El mismo número que días tiene el año, señoritos — dijo ella. — Dénos el número, pues — dijo Juan —. Lo compartiremos. — Muy bien — dijo Roberto mientras pagaba la mitad de lo que costaba el número. Juan sacó un sobre del bolsillo para meter el billete. Estuvieron un largo rato discutiendo sobre quién se iba a quedar con el número para guardarlo. El sobre pasó de una mano a otra varias veces. Los amigos pagaron la consumición y se despidieron. Unos días más tarde, ya en Madrid, al mirar las noticias en la televisión, Juan vió que les había tocado el premio gordo. No se lo podía creer. ¡El número 365! ¡Les habían tocado 40 millones de pesetas! Recordaba que, con las prisas, se había dejado el sobre con el billete en el pueblo. Pero el número era fácil de recordar. Durante un rato estuvo imaginando lo que podría hacer con el dinero. Iba a comprase un nuevo coche, se compraría una casa adosada en las afueras de Madrid... En pocos minutos los 40 millones ya eran insuficientes para pagar todo lo que él quería. De pronto se acordó de que tenía que compartir el premio con su amigo Roberto. No le parecía justo que si él había tenido la idea y si era quien tenía el billete, tuviera que compartirlo. Tendría que inventar una excusa. Le diría,... ¿qué le diría?.. Le diría que le habían robado el número. Al día siguiente Roberto le había dejado un mensaje en el contestador: Pásate por mi casa esta tarde. Tengo una buena noticia. Esto quería decir que ya sabía que les había tocado el premio. Por la tarde Juan fue a ver a Roberto. 62
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