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miraba. Lo que más admiraba a todos eran las fieras, un par de corpulentos leones
y un tigre, que se movían intranquilos en una jaula de hierro. Un dia se escapó de
la jaula el más fiero de los leones y, desde entonces, casi nadie salia a la calle.
El alcalde, desde su casa, organiza la búsqueda del león. Los vecinos
cuentan lo que han visto y oído y el miedo es cada vez mayor. Un hombre dice
que le faltan dos gallinas; otro, que ha desaparecido un cordero... Han visto
sangre en las calles y por la noche les han despertado terribles rugidos.
El acalde es un hombre pequeño y delgado, muy enérgico. Todos los que
están sentados alrededor de la mesa escuchan con atención. Las instrucciones
son: Nadie debe salir solo sin armas. La Guardia Civil va a venir y los guardias
van a registrar el bosque.
Cuando empieza a anochecer llega la furgoneta de la Guardia Civil. Aparca
delante de la casa del alcalde. Bajan media docena de agentes. Reparten linternas
entre los vecinos que llevan armas y que quieren ir a registrar el bosque.
Salen todos hacia el monte, en silencio, para oír mejor. Caminan durante poco
más de quince minutos y oyen un ruido que sale de una cueva. Con las lintemas
iluminan la entrada. Se oye muy claramente el rugido de una fiera. Todos se
acercan con las armas preparadas. La luz que arrojan todas las linternas juntas
ilumina intensamente la boca de la cueva y penetra hacia el interior.
— ¡¿Quééé?! Gritan todos. asombrados. Un enorme león está plácidamente
echado sobre el suelo. Está comiendo tranquilamente un pedazo de carne que un
niño le pone en la boca. Otro niño le tira del rabo, otros dos saltan sobre su lomo y
otro juega con la melena del «fiero» animal. Una niña le pone un zapato de tacón
alto en una de las garras delanteras. Cuando ve la luz de las linternas, el león se
levanta muy despacio, mira los rostros asombrados de los hombres, ruge con voz
suave y mansa para saludarles y mueve la cola como un perro alegre.
Durante dos días, mientras los vecinos no habían podido dormir de miedo,
los niños del pueblo, por la noche, habían ido a la cueva a jugar con el león y a
llevarle comida.
miraba. Lo que más admiraba a todos eran las fieras, un par de corpulentos leones y un tigre, que se movían intranquilos en una jaula de hierro. Un dia se escapó de la jaula el más fiero de los leones y, desde entonces, casi nadie salia a la calle. El alcalde, desde su casa, organiza la búsqueda del león. Los vecinos cuentan lo que han visto y oído y el miedo es cada vez mayor. Un hombre dice que le faltan dos gallinas; otro, que ha desaparecido un cordero... Han visto sangre en las calles y por la noche les han despertado terribles rugidos. El acalde es un hombre pequeño y delgado, muy enérgico. Todos los que están sentados alrededor de la mesa escuchan con atención. Las instrucciones son: Nadie debe salir solo sin armas. La Guardia Civil va a venir y los guardias van a registrar el bosque. Cuando empieza a anochecer llega la furgoneta de la Guardia Civil. Aparca delante de la casa del alcalde. Bajan media docena de agentes. Reparten linternas entre los vecinos que llevan armas y que quieren ir a registrar el bosque. Salen todos hacia el monte, en silencio, para oír mejor. Caminan durante poco más de quince minutos y oyen un ruido que sale de una cueva. Con las lintemas iluminan la entrada. Se oye muy claramente el rugido de una fiera. Todos se acercan con las armas preparadas. La luz que arrojan todas las linternas juntas ilumina intensamente la boca de la cueva y penetra hacia el interior. — ¡¿Quééé?! Gritan todos. asombrados. Un enorme león está plácidamente echado sobre el suelo. Está comiendo tranquilamente un pedazo de carne que un niño le pone en la boca. Otro niño le tira del rabo, otros dos saltan sobre su lomo y otro juega con la melena del «fiero» animal. Una niña le pone un zapato de tacón alto en una de las garras delanteras. Cuando ve la luz de las linternas, el león se levanta muy despacio, mira los rostros asombrados de los hombres, ruge con voz suave y mansa para saludarles y mueve la cola como un perro alegre. Durante dos días, mientras los vecinos no habían podido dormir de miedo, los niños del pueblo, por la noche, habían ido a la cueva a jugar con el león y a llevarle comida. 8
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