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varios idiomas. Nos pasamos casi una hora encerrados en la habilación
estudiando el manual y, al final, pudimos programar nuestro código.
La primera vez que tuvimos que entrar, ese mismo día por la noche, después de
la cena, estuvimos un buen rato delante de la puerta marcando una serie de códigos y
apretando varios botones, pero la luz verde no se quería encender. Mi hermana me
daba instrucciones todo el rato y comentaba mis errores: Pero, chico, éste es el
código del portero automático de tu casa. ¿Quieres sacar dinero? Me parece que
estás marcando el número secreto del cajero automático. Yo marqué además, un
número de teléfono y el número secreto de mi acceso a Internet.
Al final, la luz verde se encendió una voz electrónica —que no era ni de
mujer ni de hombre — dijo Adelante y pudimos abrir la puerta y entrar.
Al día siguiente nos ocurrió exactamente lo mismo. Tuvimos que leer otra
vez las instrucciones en el manual, recordar el código, apretar los botones en
orden... Poco a poco fuimos aprendiendo. Al cuarto día abríamos ya la puerta en
menos de diez minutos. ¡Todo un récord!
El quinto día, después del desayuno, volvimos a la habitación para buscar
los paraguas porque estaba lloviendo. Con el manual en la mano empecé a
pulsar botones. La luz roja seguía encendida. La camarera pasó por delante con
su carrito de la limpieza. Nos miró con una sonrisa amable y nos dijo:
— No hace falta , señores. Esa puerta ya está abierta.
Cogió el pomo, dió la vuelta hacia la izquierda y, aunque la luz seguía
estando roja, abrió la puerta.
— ¿Cómo es posible? — pregunté —. La luz está roja.
— Oh, es igual. Esta puerta ha estado abierta toda la semana. ¿Ven
ustedes?, es que no han bajado esta palanca que hay aquí detrás. Si no bajan la
palanca, la puerta no se cierra. ¿Ven?
1. Un gran (importante) récord.
2. No es necesario.
3. No importa.
varios idiomas. Nos pasamos casi una hora encerrados en la habilación estudiando el manual y, al final, pudimos programar nuestro código. La primera vez que tuvimos que entrar, ese mismo día por la noche, después de la cena, estuvimos un buen rato delante de la puerta marcando una serie de códigos y apretando varios botones, pero la luz verde no se quería encender. Mi hermana me daba instrucciones todo el rato y comentaba mis errores: Pero, chico, éste es el código del portero automático de tu casa. ¿Quieres sacar dinero? Me parece que estás marcando el número secreto del cajero automático. Yo marqué además, un número de teléfono y el número secreto de mi acceso a Internet. Al final, la luz verde se encendió una voz electrónica —que no era ni de mujer ni de hombre — dijo Adelante y pudimos abrir la puerta y entrar. Al día siguiente nos ocurrió exactamente lo mismo. Tuvimos que leer otra vez las instrucciones en el manual, recordar el código, apretar los botones en orden... Poco a poco fuimos aprendiendo. Al cuarto día abríamos ya la puerta en menos de diez minutos. ¡Todo un récord! El quinto día, después del desayuno, volvimos a la habitación para buscar los paraguas porque estaba lloviendo. Con el manual en la mano empecé a pulsar botones. La luz roja seguía encendida. La camarera pasó por delante con su carrito de la limpieza. Nos miró con una sonrisa amable y nos dijo: — No hace falta , señores. Esa puerta ya está abierta. Cogió el pomo, dió la vuelta hacia la izquierda y, aunque la luz seguía estando roja, abrió la puerta. — ¿Cómo es posible? — pregunté —. La luz está roja. — Oh, es igual. Esta puerta ha estado abierta toda la semana. ¿Ven ustedes?, es que no han bajado esta palanca que hay aquí detrás. Si no bajan la palanca, la puerta no se cierra. ¿Ven? 1. Un gran (importante) récord. 2. No es necesario. 3. No importa. 21
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