Leamos en Espanol. Крючкова В.В. - 24 стр.

UptoLike

Составители: 

24
En unos meses mi vida había cambiado por complete y estaba todavía un
poco perdida en mi nuevo papel. Después de cinco añios de matrimonio, Pablo,
mi marido, me dejó. Más tarde comprendí que había sido una suerte. Los cinco
años habían sido un calvario para mí.
Nos conocimos en el último curso del bachillerato, en el instituto. Nos
casamos aquel mismo verano, contra la voluntad de nuestros padres. El siguió
estudiando en la Universidad. Yo trabajaba algunas tardes en una tienda y el
resto del día me dedicaba a las tareas del hogar.
Él acabó Derecho y yo seguí siendo ama de casa. Mis amigas me decían
que dependía demasiado de él y que debía aprender alguna profesión. Pero yo,
ciega de amor, no les hice caso. Desde el principio de nuestro matrimonio, él
tomó siempre la iniciativa. Yo era cada vez más sumisa. Esto, en vez de mejorar
nuestra relación, la empeoraba.
Pablo me ofendía continuamente. Decía que estaba gorda, que había
envejecido prematuramente, que no había desarrollado mi inteligencia, y otras
cosas por el estilo. Él era cada vez más culto y tenía más seguridad en sí mismo.
Al final, cuando me dejó, yo era una verdadera piltrafa. ¡De esto hace solo
medio año! Yo misma me encontraba fea, gorda, poco atractiva. Durante varias
semanas apenas salí de casa. Por suerte una amiga me animó a que me
matriculara con ella en la Escuela de Periodismo. Ella me ayudó a hacer todos
los trámites y, a pesar de que es muy difícil entrar, me aceptaron.
El curso ha empezado hace apenas dos meses. La verdad es que me siento
extraña entre mis compañeros de la Escuela. Ellos son mucho más jóvenes que
yo. Por lo menos, es lo que parece.
Me miro en el espejo y comprendo que Pablo tenia razón. Parezco una vieja,
gorda. sin gracia. He tratado de animarme, de entrar en el papel de estudiante. y de
ver la vida de otra forma. Pero es imposible. No puedo ser como mis compañeros.
Me siento como una intrusa. Todos se dan cuenta de que no soy una estudiante de
verdad. Me gustaría poder creermelo, pero no puedo.
    En unos meses mi vida había cambiado por complete y estaba todavía un
poco perdida en mi nuevo papel. Después de cinco añios de matrimonio, Pablo,
mi marido, me dejó. Más tarde comprendí que había sido una suerte. Los cinco
años habían sido un calvario para mí.
    Nos conocimos en el último curso del bachillerato, en el instituto. Nos
casamos aquel mismo verano, contra la voluntad de nuestros padres. El siguió
estudiando en la Universidad. Yo trabajaba algunas tardes en una tienda y el
resto del día me dedicaba a las tareas del hogar.
    Él acabó Derecho y yo seguí siendo ama de casa. Mis amigas me decían
que dependía demasiado de él y que debía aprender alguna profesión. Pero yo,
ciega de amor, no les hice caso. Desde el principio de nuestro matrimonio, él
tomó siempre la iniciativa. Yo era cada vez más sumisa. Esto, en vez de mejorar
nuestra relación, la empeoraba.
    Pablo me ofendía continuamente. Decía que estaba gorda, que había
envejecido prematuramente, que no había desarrollado mi inteligencia, y otras
cosas por el estilo. Él era cada vez más culto y tenía más seguridad en sí mismo.
Al final, cuando me dejó, yo era una verdadera piltrafa. ¡De esto hace solo
medio año! Yo misma me encontraba fea, gorda, poco atractiva. Durante varias
semanas apenas salí de casa. Por suerte una amiga me animó a que me
matriculara con ella en la Escuela de Periodismo. Ella me ayudó a hacer todos
los trámites y, a pesar de que es muy difícil entrar, me aceptaron.
    El curso ha empezado hace apenas dos meses. La verdad es que me siento
extraña entre mis compañeros de la Escuela. Ellos son mucho más jóvenes que
yo. Por lo menos, es lo que parece.
    Me miro en el espejo y comprendo que Pablo tenia razón. Parezco una vieja,
gorda. sin gracia. He tratado de animarme, de entrar en el papel de estudiante. y de
ver la vida de otra forma. Pero es imposible. No puedo ser como mis compañeros.
Me siento como una intrusa. Todos se dan cuenta de que no soy una estudiante de
verdad. Me gustaría poder creermelo, pero no puedo.
                                        24