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elegantemente vestida, con un chal sobre los hombros y lleva guantes blancos.
Tiene el cabello blanco, muy bien peinado hacia atrás. El señor lleva una
chaqueta de discreto color gris y una corbata de seda. El maître les ofrece unas
sillas cerca de la ventana, con una vista magnífica sobre el río Tajo.
— Ahora mismo¹ les traigo la carta.
— No, por favor, no estamos todos. Esperamos a nuestro hijo y a su
familia. Cuando lleguen ellos, pediremos la comida.
— Como ustedes quieran.
Poco después se acercan un señor vestido de militar y una señora rubia —
ambos de mediana edad — y una chica joven, que parecen buscar una mesa
libre. La pareja de ancianos les hace un gesto con la vista y les dice algo. Ellos
sonrien y se sientan. Llega el maître y les da la carta.
— Si quieren, además, tenemos un menú especial de tres platos — dice —.
Una ensalada de salmón al vinagre, una sopa de pescado con arroz y una
merluza con verduras, o costillas de cabrito. Pueden elegir entre la carne y el
pescado. Y de postre, helado de vainilla con canela.
— Muy bien — dice la señora —. Para nosotros dos, el menú con pescado
y una botella de cava.
— ¿Vosotros también queréis el menú? — pregunta el militar a la mujer
rubia y a la chica joven.
— Sí, pero para mí, costillas —dice la chica.
— Yo, merluza — dice la mujer rubia —. Hace mucho que no como
pescado.
— Muy bien; entonces, dos de pescado y uno de carne — dice el maître
mientras anota en su bloc.
— Y una botella de vino rosado — dice el military —. Ése de la Rioja, por
ejemplo.
— No demasiado frio, por favor —dice la señora.
— En seguida, señores.
elegantemente vestida, con un chal sobre los hombros y lleva guantes blancos. Tiene el cabello blanco, muy bien peinado hacia atrás. El señor lleva una chaqueta de discreto color gris y una corbata de seda. El maître les ofrece unas sillas cerca de la ventana, con una vista magnífica sobre el río Tajo. — Ahora mismo¹ les traigo la carta. — No, por favor, no estamos todos. Esperamos a nuestro hijo y a su familia. Cuando lleguen ellos, pediremos la comida. — Como ustedes quieran. Poco después se acercan un señor vestido de militar y una señora rubia — ambos de mediana edad — y una chica joven, que parecen buscar una mesa libre. La pareja de ancianos les hace un gesto con la vista y les dice algo. Ellos sonrien y se sientan. Llega el maître y les da la carta. — Si quieren, además, tenemos un menú especial de tres platos — dice —. Una ensalada de salmón al vinagre, una sopa de pescado con arroz y una merluza con verduras, o costillas de cabrito. Pueden elegir entre la carne y el pescado. Y de postre, helado de vainilla con canela. — Muy bien — dice la señora —. Para nosotros dos, el menú con pescado y una botella de cava. — ¿Vosotros también queréis el menú? — pregunta el militar a la mujer rubia y a la chica joven. — Sí, pero para mí, costillas —dice la chica. — Yo, merluza — dice la mujer rubia —. Hace mucho que no como pescado. — Muy bien; entonces, dos de pescado y uno de carne — dice el maître mientras anota en su bloc. — Y una botella de vino rosado — dice el military —. Ése de la Rioja, por ejemplo. — No demasiado frio, por favor —dice la señora. — En seguida, señores. 36
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