Leamos en Espanol. Крючкова В.В. - 4 стр.

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1. ¿PARA IR AL THYSSEN, POR FAVOR?
Un muchacho rubio, con aspecto de nórdico, deja la mochila en el suelo. Saca
un plano de la ciudad у lo mira. Debe de ser la primera vez que está en Madrid. En
noviembre el sol calienta todavía. La calle está llena de gente, de coches, de ruido. Se
acerca a una señora con el plano en la mano. Discreto, un poco tímido, le pregunta:
Por favor, señora. ¿Para ir al museo Thyssen?¿Es por aquí?
Parece que ha tenido suerte. Es una señora que conoce la capital, tiene
tiempo у es amable.
Sí, sí, va muy bien. Siga todo recto. La segunda a la izquierda. Al fondo
verá una plaza. Tuerza a la derecha y, una, dos..., la tercera.
Un señor jovial, de baja estatura, mas bien gordo, que fuma un voluminoso
habano, se acerca. El joven observa que lleva un traje clásico. Seguro que lo ha
hecho un sastre, a la medida.
Mire usted dice el senor, mirando a los dos . Perdonen que me
meta, pero por ahí no llegará al museo...¿Verdad que quiere ir al Thyssen?
Pues, mire, hágame caso. Siga recto hasta la tercera calle, tuerza a la
izquierda. Verá unos almacenes. Tome la primera a la derecha...
Pero, por Dios. iQué dice usted? Le interrumpe la señora sin perder
la calma, pero un poco asombrada . Este muchacho quiere ir al museo
Thyssen, hombre. Tiene que ir como yo le he dicho. No hay otro camino.
Si lo sabré yo, que hago este camino todos los dias. Mire, trabajo justo
enfrente.
¿Y qué se cree usted? La señora eleva la voz, pero se mantiene
tranquila . Que soy madrileña de toda la vida.
Ah, ¿sí? contesta el señor , pues no hay mucha gente que pueda
decir lo mismo, ¿eh? En eso tengo que reconocer que me gana usted. Yo llevo
muchos años aquí, pero soy gallego. De Lugo, de Ribadeo.
Pues no tiene usted ningún acento. Pero ya me parecía a mí. La
señora muestra interés y curiosidad . Verá usted, es que mi madre también es
1. ¿PARA IR AL THYSSEN, POR FAVOR?
     Un muchacho rubio, con aspecto de nórdico, deja la mochila en el suelo. Saca
un plano de la ciudad у lo mira. Debe de ser la primera vez que está en Madrid. En
noviembre el sol calienta todavía. La calle está llena de gente, de coches, de ruido. Se
acerca a una señora con el plano en la mano. Discreto, un poco tímido, le pregunta:
     — Por favor, señora. ¿Para ir al museo Thyssen?¿Es por aquí?
     Parece que ha tenido suerte. Es una señora que conoce la capital, tiene
tiempo у es amable.
     — Sí, sí, va muy bien. Siga todo recto. La segunda a la izquierda. Al fondo
verá una plaza. Tuerza a la derecha y, una, dos..., la tercera.
     Un señor jovial, de baja estatura, mas bien gordo, que fuma un voluminoso
habano, se acerca. El joven observa que lleva un traje clásico. Seguro que lo ha
hecho un sastre, a la medida.
     — Mire usted — dice el senor, mirando a los dos —. Perdonen que me
meta, pero por ahí no llegará al museo...¿Verdad que quiere ir al Thyssen?
Pues, mire, hágame caso. Siga recto hasta la tercera calle, tuerza a la
izquierda. Verá unos almacenes. Tome la primera a la derecha...
     — Pero, por Dios. iQué dice usted? — Le interrumpe la señora sin perder
la calma, pero un poco asombrada —. Este muchacho quiere ir al museo
Thyssen, hombre. Tiene que ir como yo le he dicho. No hay otro camino.
     — Si lo sabré yo, que hago este camino todos los dias. Mire, trabajo justo
enfrente.
     — ¿Y qué se cree usted? — La señora eleva la voz, pero se mantiene
tranquila —. Que soy madrileña de toda la vida.
     — Ah, ¿sí? — contesta el señor —, pues no hay mucha gente que pueda
decir lo mismo, ¿eh? En eso tengo que reconocer que me gana usted. Yo llevo
muchos años aquí, pero soy gallego. De Lugo, de Ribadeo.
      — Pues no tiene usted ningún acento. Pero ya me parecía a mí. — La
señora muestra interés y curiosidad —. Verá usted, es que mi madre también es
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