Leamos en Espanol. Крючкова В.В. - 45 стр.

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Diariamente, a la salida del colegio, María Luisa corría hacia la casa del
viejecito, se sentaba enfrente de él y le leía primero los titulares y luego los
artículos que él elegía. Poco a poco la niña fue cogiendo experiencia y leía cada
vez con mayor seguridad.
Un día, el viejecito le pidió que leyera un libro. Desde entonces ya nunca
mas le pidió que leyera el diario. La niña leía libros en voz alta toda la tarde,
incluso hasta las primeras horas de la noche. A veces hablaban de lo que
acababa de leer.
Pasó el tiempo y María Luisa siguió yendo todas las tardes a la casa del
viejo. Al cabo de un año ya había leído casi todos los libros que había en casa
de don Damián y empezó a traer libros de la biblioteca. Unas veces los elegía él,
otras lo hacía ella. María Luisa se habia aficionado tanto a la lectura que,
cuando no estaba en el colegio o en casa de don Damián, se pasaba también
todo el tiempo leyendo. Cuando los vecinos le preguntaban algo, ella siempre
tenia una respuesta ingeniosa. La gente se quedaba maravillada.
Dos años más tarde María Luisa era ya casi una mujer. Terminó el colegio.
Quiso continuar estudiando en la universidad y tuvo que irse a vivir a la ciudad.
Se fue a despedir, con mucha pena, del viejecito. La despedida fue muy
triste.
Mira le dijo don Damián te quiero hacer un pequeño regalo. Te
voy a dar un librito que me regaló mi abuelo hace más de sesenta años, cuando
yo tenia tu edad, e iba a empezar también a estudiar en la universidad.
El viejo sacó un librito de un pequeño armario y leyó unas frases.
María Luisa se extrañó al ver que el viejo podia leer sin dificultad, y con tan
poca luz, una letra tan pequeña.
Bueno, ya te lo puedo decir... dijo el viejo con una cariñosa sonrisa
Sabes... es que afortunadamente veo la mar de bien. A mí me pareció que
eras una niña muy inteligente y que estabas perdiendo el tiempo, sin hacer
nada, todo el día en la calle. Quería que te interesaras por la lectura y no sabía
     Diariamente, a la salida del colegio, María Luisa corría hacia la casa del
viejecito, se sentaba enfrente de él y le leía primero los titulares y luego los
artículos que él elegía. Poco a poco la niña fue cogiendo experiencia y leía cada
vez con mayor seguridad.
     Un día, el viejecito le pidió que leyera un libro. Desde entonces ya nunca
mas le pidió que leyera el diario. La niña leía libros en voz alta toda la tarde,
incluso hasta las primeras horas de la noche. A veces hablaban de lo que
acababa de leer.
     Pasó el tiempo y María Luisa siguió yendo todas las tardes a la casa del
viejo. Al cabo de un año ya había leído casi todos los libros que había en casa
de don Damián y empezó a traer libros de la biblioteca. Unas veces los elegía él,
otras lo hacía ella. María Luisa se habia aficionado tanto a la lectura que,
cuando no estaba en el colegio o en casa de don Damián, se pasaba también
todo el tiempo leyendo. Cuando los vecinos le preguntaban algo, ella siempre
tenia una respuesta ingeniosa. La gente se quedaba maravillada.
     Dos años más tarde María Luisa era ya casi una mujer. Terminó el colegio.
Quiso continuar estudiando en la universidad y tuvo que irse a vivir a la ciudad.
     Se fue a despedir, con mucha pena, del viejecito. La despedida fue muy
triste.
     — Mira — le dijo don Damián — te quiero hacer un pequeño regalo. Te
voy a dar un librito que me regaló mi abuelo hace más de sesenta años, cuando
yo tenia tu edad, e iba a empezar también a estudiar en la universidad.
     El viejo sacó un librito de un pequeño armario y leyó unas frases.
     María Luisa se extrañó al ver que el viejo podia leer sin dificultad, y con tan
poca luz, una letra tan pequeña.
     — Bueno, ya te lo puedo decir... — dijo el viejo con una cariñosa sonrisa
— Sabes... es que afortunadamente veo la mar de bien. A mí me pareció que
eras una niña muy inteligente y que estabas perdiendo el tiempo, sin hacer
nada, todo el día en la calle. Quería que te interesaras por la lectura y no sabía
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