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alto, de piel negra. Llevaba un gran turbante blanco. ¡Un sinverglienza! Eso es
lo que era. La mujer — mientras se lo contaba al guardia — lo describía
haciendo gestos con las manos. Desde que habían llegado los inmigrantes, en el
barrio había muchos problemas.
El policía tenía la mirada fija en la pantalla del ordenador. Sólo cuando la
mujer habló de los inmigrantes en tono despectivo, el guardia levantó la vista.
— Oiga, señora — le dijo. Se puso serio —. Ponga la denuncia y no haga
comentarios racistas. Continúe...
En ese mismo instante y en otro lugar, Tomasito estaba viendo en la
televisión la llegada de los Reyes Magos.
— Mira, papá, los Reyes Magos ya han llegado a España.
— Pero, Tomasito, que ya tienes ocho años y deberías saberlo.
— ¿Saber el qué? — preguntó el niño. — Pues que los Reyes Magos no
existen. — Pero, papañ...
— Sí, hijo, es una cosa que se han inventado los comerciantes para vender más.
A Tomasito le dolía lo que le decía su padre. Le dijo: — Pues el abuelo
dice que sí que existen. Dice que van en camello porque son de Oriente.
— El abuelo no sabe lo que dice. Por cierto, no te olvides de llevarle la
ropa limpia que ha lavado tu madre. Si quieres, se la puedes llevar ahora, antes
de que anochezca.
— Claro, papá.
Tomasito cogió la bolsa con la ropa y se la llevó al abuelo. Estuvieron
hablando un buen rato y cuando Tomasito se despidió del viejo ya había
anochecido. Había nevado.
El niño caminó un rato. Oyó unos ladridos a su espalda. Se dió la vuelta y
vió a un enorme perro lobo. El perro ladraba con furia y el niño corrió
desesperado. Tropezó con una piedra y cayo en un hoyo. El perro se quedó
arriba, en el borde del hoyo, y seguía ladrando furioso. Tomasito, en el hoyo,
tenía frio y miedo. Se echó a llorar.
alto, de piel negra. Llevaba un gran turbante blanco. ¡Un sinverglienza! Eso es lo que era. La mujer — mientras se lo contaba al guardia — lo describía haciendo gestos con las manos. Desde que habían llegado los inmigrantes, en el barrio había muchos problemas. El policía tenía la mirada fija en la pantalla del ordenador. Sólo cuando la mujer habló de los inmigrantes en tono despectivo, el guardia levantó la vista. — Oiga, señora — le dijo. Se puso serio —. Ponga la denuncia y no haga comentarios racistas. Continúe... En ese mismo instante y en otro lugar, Tomasito estaba viendo en la televisión la llegada de los Reyes Magos. — Mira, papá, los Reyes Magos ya han llegado a España. — Pero, Tomasito, que ya tienes ocho años y deberías saberlo. — ¿Saber el qué? — preguntó el niño. — Pues que los Reyes Magos no existen. — Pero, papañ... — Sí, hijo, es una cosa que se han inventado los comerciantes para vender más. A Tomasito le dolía lo que le decía su padre. Le dijo: — Pues el abuelo dice que sí que existen. Dice que van en camello porque son de Oriente. — El abuelo no sabe lo que dice. Por cierto, no te olvides de llevarle la ropa limpia que ha lavado tu madre. Si quieres, se la puedes llevar ahora, antes de que anochezca. — Claro, papá. Tomasito cogió la bolsa con la ropa y se la llevó al abuelo. Estuvieron hablando un buen rato y cuando Tomasito se despidió del viejo ya había anochecido. Había nevado. El niño caminó un rato. Oyó unos ladridos a su espalda. Se dió la vuelta y vió a un enorme perro lobo. El perro ladraba con furia y el niño corrió desesperado. Tropezó con una piedra y cayo en un hoyo. El perro se quedó arriba, en el borde del hoyo, y seguía ladrando furioso. Tomasito, en el hoyo, tenía frio y miedo. Se echó a llorar. 66
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