Учебное пособие по аналитическому чтению на испанском языке. Бессарабова Г.А. - 33 стр.

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Gracias a estos recursos el estilo de Ortega adquiere claridad, belleza y
brillantez; pero las ideas aunque enriquecidas, resultan asequibles al lector no
especializado debido al mismo afá n de precisión que hemos apuntado al
principio. Si a todo esto añadimos su léxico elegante que no por ello deja de ser
sencillo, y un cuidado especial en la construcció n de las frases, llegaremos a
comprobar porque se ha considerado a Ortega como uno de los mejores
estilistas.
CONCLUSION
En este fragmento el autor lleva a cabo el aná lisis de uno de los aspectos, a
su parecer, más característicos y desgraciados de la historia de España. La
crítica que Ortega emprende ante la falta de personalidades histó ricas, tiene un
tono suave e intelectual que parece alejarse de la crítica desasosegada de los
noventaiochistas. Pero, como ellos, se sigue enfrentando Ortega con el
problema de España para encontrar la razó n de su crisis. Contribuir a superar el
nivel cultural de España, requiere del autor un lenguaje sencillo y preciso que
es el que emplea en este fragmento. A través de él encontramos un autor ligado
a los problemas de su tiempo, intentando empujar al hombre a la creatividad
individual que, a su modo de ver, es lo que necesita España.
Texto 6.
No tardó Urbano en saber que Simona estaba en Pilares. Paseó varios días
la calle enfrente de la casa, la mirada fija en el balcó n. Las solteras estaban
siempre asomadas. Ni para comer se retiraban, figurándose que aquel galán
era el cortejo de alguna de ellas. Todas siete le hacían dengues seductores y le
enviaban sonrisas espasmó dicas; cada una, en la ilusió n de ser la predilecta.
Vaya un coto de caza, este Pilares decían, exaltadamente -. Al primer
tranco, saltó la liebre.¡ Y qué liebre! . Urbano, sin saber que pensar de aquel
juego ridículo y desesperante, continuaba, con la esperanza de llegar a ver a
Simona, paseando arriba y abajo, la mirada fija en el balcon, que le parecía
una jaula de monas de titiritero, vestidas de mamarracho. Hasta que
averiguaron las solteras que el galán era el marido de Simona. Rabiosas,
cerraron balcó n y ventanas, con maderas y todo. Ahora, visto por fuera,
dijé rase que el piso estaba deshabitado.
Urbano fue a desahogarse con sus dos grandes amigos, don Cástulo y
Paolo. El temía les dijo hasta que aquellas siete furias fueran capaces de
dar tormentos a Simona.
Dictaminó don Cástulo, con sus distingos y vaivenes de pensamiento:
- Que le den tormento, no lo creo; por muchas razones. Ahora, que no sean
capaces de dárselo... é se es otro cantar. Si no se lo dan es porque no se
atreven o porque no les conviene; pero no por falta de ganas ni porque
no sean capaces. Son solteronas y son beatas. El celibato se basta para
hacer de una mujer un monstruo. El abuso de las prácticas religiosas se
basta asimismo para hacer un monstruo de una mujer. Reunidos celibato
y beaterío, esos dos agentes de deformació n corporal y psicoló gica, el
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     Gracias a estos recursos el estilo de Ortega adquiere claridad, belleza y
brillantez; pero las ideas aunque enriquecidas, resultan asequibles al lector no
especializado debido al mismo afán de precisión que hemos apuntado al
principio. Si a todo esto añadimos su léxico elegante que no por ello deja de ser
sencillo, y un cuidado especial en la construcción de las frases, llegaremos a
comprobar porque se ha considerado a Ortega como uno de los mejores
estilistas.

         CONCLUSION
     En este fragmento el autor lleva a cabo el análisis de uno de los aspectos, a
su parecer, más característicos y desgraciados de la historia de España. La
crítica que Ortega emprende ante la falta de personalidades históricas, tiene un
tono suave e intelectual que parece alejarse de la crítica desasosegada de los
noventaiochistas. Pero, como ellos, se sigue enfrentando Ortega con el
problema de España para encontrar la razón de su crisis. Contribuir a superar el
nivel cultural de España, requiere del autor un lenguaje sencillo y preciso que
es el que emplea en este fragmento. A través de él encontramos un autor ligado
a los problemas de su tiempo, intentando empujar al hombre a la creatividad
individual que, a su modo de ver, es lo que necesita España.

Texto 6.
    No tardó Urbano en saber que Simona estaba en Pilares. Paseó varios días
la calle enfrente de la casa, la mirada fija en el balcón. Las solteras estaban
siempre asomadas. Ni para comer se retiraban, figurándose que aquel galán
era el cortejo de alguna de ellas. Todas siete le hacían dengues seductores y le
enviaban sonrisas espasmódicas; cada una, en la ilusión de ser la predilecta.
“Vaya un coto de caza, este Pilares – decían, exaltadamente -. Al primer
tranco, saltó la liebre.¡Y qué liebre!”. Urbano, sin saber que pensar de aquel
juego ridículo y desesperante, continuaba, con la esperanza de llegar a ver a
Simona, paseando arriba y abajo, la mirada fija en el balcon, que le parecía
una jaula de monas de titiritero, vestidas de mamarracho. Hasta que
averiguaron las solteras que el galán era el marido de Simona. Rabiosas,
cerraron balcón y ventanas, con maderas y todo. Ahora, visto por fuera,
dijérase que el piso estaba deshabitado.
       Urbano fue a desahogarse con sus dos grandes amigos, don Cástulo y
   Paolo. El temía – les dijo – hasta que aquellas siete furias fueran capaces de
   dar tormentos a Simona.
         Dictaminó don Cástulo, con sus distingos y vaivenes de pensamiento:
   - Que le den tormento, no lo creo; por muchas razones. Ahora, que no sean
      capaces de dárselo... ése es otro cantar. Si no se lo dan es porque no se
      atreven o porque no les conviene; pero no por falta de ganas ni porque
      no sean capaces. Son solteronas y son beatas. El celibato se basta para
      hacer de una mujer un monstruo. El abuso de las prácticas religiosas se
      basta asimismo para hacer un monstruo de una mujer. Reunidos celibato
      y beaterío, esos dos agentes de deformación corporal y psicológica, el