Живопись Испании. Гойя. Корнева В.В. - 18 стр.

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Acaso esto marque el futuro, los acontecimientos y asechanzas que
descifraron cien años, y mucho tiempo después, sus biógrafos de todo el
mundo. Los franceses se interesaron pronto por él; Teófilo Guatier y
Charles Baudelaire mostraron debilidad por su obra. Este último dejó
escrito: "El gran mérito de Goya consiste en crear monstruos verosímiles.
Sus monstruos nacen viables, armónicos. Nadie se ha adentrado más que
Goya en el sentimiento de lo absurdo. Todas esas contorsiones, esos
rostros bestiales, esas muecas diabólicas, están penetradas de
humanidad... El pintor de unión entre lo real y lo fantástico es imposible
de aprehender; en una frontera que el analista más sutil no sabría trazar;
de tal forma es el arte trascendente y natural al mismo tiempo."
No parece sino que este texto estuviera escrito en la década que
acaba de principiar y si Baudelaire hubiera conocido la pintura abstracta
de hoy, habría escrito que Goya era el precursor. No hay más que
contemplar algunos de sus lienzos, de cualquiera de sus épocas, por
supuesto. Los dos, Guatier y Baudelaire, fueron dos entusiastas que
elevaron al genio de Aragón a la categoría de héroe en plena época
romántica.
El Goya de la luz. A los 35 años, en 1781 (cuando Pestalozzi acababa de
publicar su Leonardo y Gertrudis; Kant, La crítica de la razón pura; y
Schiller, Los bandidos) emergiendo siempre de las borrascas políticas,
Goya es ya un hombre, un pintor genial. Estaba asentado en la Corte,
quizá intuía ya los primeros escarceos de la Guerra de la Independencia.
Vivía plenamente los caprichos de Godoy, todas las asechanzas de esos
momentos tan importantes para el reino y para los súbditos del rey, que
culminaron, de una forma pictórica, en Los fusilamientos del 3 de mayo,
hecho ocurrido en 1808. Esta obra y el Guernica de Picasso han llevado,
en consideración de los estudiosos de la Historia de España, a exclamar
que ambas "han colocado al arte español en la cúspide de la tragedia
universal".
En 1787, Goya pintó siete telas para decorar un salón del pequeño
palacio en la Alameda de Osuna. Entre rococós y contemporáneos, pinta
La cucaña, La procesión de la aldea, Ataque a la diligencia, La caída y
El apartado de toros, todos ellos resultado directo de sus dotes de
observación entre el pueblo; están realizados con un colorido de cuento
de hadas. Más populares aún eran los encargos que realiza por orden de
palacio, La pradera de San Isidro, La condesa de Altamira (cuñada de la
duquesa de Alba), los azules y rosas maravillosos que contrastrarían con
otras pinturas del futuro.
Realizó, más tarde, el retrato de La familia del duque de Osuna,
con sus hijos. Los niños son su pasión y ese sentimiento lo ha dejado
recogido en multitud de lienzos, hermosos colores, hermosas figuras.
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       Acaso esto marque el futuro, los acontecimientos y asechanzas que
descifraron cien años, y mucho tiempo después, sus biógrafos de todo el
mundo. Los franceses se interesaron pronto por él; Teófilo Guatier y
Charles Baudelaire mostraron debilidad por su obra. Este último dejó
escrito: "El gran mérito de Goya consiste en crear monstruos verosímiles.
Sus monstruos nacen viables, armónicos. Nadie se ha adentrado más que
Goya en el sentimiento de lo absurdo. Todas esas contorsiones, esos
rostros bestiales, esas muecas diabólicas, están penetradas de
humanidad... El pintor de unión entre lo real y lo fantástico es imposible
de aprehender; en una frontera que el analista más sutil no sabría trazar;
de tal forma es el arte trascendente y natural al mismo tiempo."
       No parece sino que este texto estuviera escrito en la década que
acaba de principiar y si Baudelaire hubiera conocido la pintura abstracta
de hoy, habría escrito que Goya era el precursor. No hay más que
contemplar algunos de sus lienzos, de cualquiera de sus épocas, por
supuesto. Los dos, Guatier y Baudelaire, fueron dos entusiastas que
elevaron al genio de Aragón a la categoría de héroe en plena época
romántica.

El Goya de la luz. A los 35 años, en 1781 (cuando Pestalozzi acababa de
publicar su Leonardo y Gertrudis; Kant, La crítica de la razón pura; y
Schiller, Los bandidos) emergiendo siempre de las borrascas políticas,
Goya es ya un hombre, un pintor genial. Estaba asentado en la Corte,
quizá intuía ya los primeros escarceos de la Guerra de la Independencia.
Vivía plenamente los caprichos de Godoy, todas las asechanzas de esos
momentos tan importantes para el reino y para los súbditos del rey, que
culminaron, de una forma pictórica, en Los fusilamientos del 3 de mayo,
hecho ocurrido en 1808. Esta obra y el Guernica de Picasso han llevado,
en consideración de los estudiosos de la Historia de España, a exclamar
que ambas "han colocado al arte español en la cúspide de la tragedia
universal".
       En 1787, Goya pintó siete telas para decorar un salón del pequeño
palacio en la Alameda de Osuna. Entre rococós y contemporáneos, pinta
La cucaña, La procesión de la aldea, Ataque a la diligencia, La caída y
El apartado de toros, todos ellos resultado directo de sus dotes de
observación entre el pueblo; están realizados con un colorido de cuento
de hadas. Más populares aún eran los encargos que realiza por orden de
palacio, La pradera de San Isidro, La condesa de Altamira (cuñada de la
duquesa de Alba), los azules y rosas maravillosos que contrastrarían con
otras pinturas del futuro.
       Realizó, más tarde, el retrato de La familia del duque de Osuna,
con sus hijos. Los niños son su pasión y ese sentimiento lo ha dejado
recogido en multitud de lienzos, hermosos colores, hermosas figuras.