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Corría el año 1793, Goya escribe que está enfermo. Sebastián
Martínez, el rico comerciante y gran coleccionista, dice que el pintor ha
venido de Sevilla y que se encuentra grave. Los amigos explican a
Zapater que el pintor tiene parálisis. ¿Qué hacía Goya en Cadiz? Nada
hay claro. Parece que los Borbones de España "remueven todo para
impedir la condena a muerte de su primo". Goya, que está en buenas
manos, se va recuperando, la cabeza parece que va a estrallarle; el
resultado de todo ello, "una especie de meningitis", hace que se quede
totalmente sordo. Y sigue pintando todos los encargos que le hacen, El
general Ricardos, el del coronel Félix Colón de Larreategui, el de Ramón
Posado y Soto y el de actriz La tirana, una de las mujeres más bellas de la
época. El retrato lo hizo Goya cuando la actriz se retiraba de los
escenarios.
Ya sordo, Goya encontró a la modelo que mejor conocía su gran
público, la duquesa de Alba. Se había firmado la paz de Basilea con
Francia y a Godoy se le había dado el título de príncipe de la paz. El
pintor realizaba su trabajo como nunca; parecía que la sordera lo había
aislado del mundo y lograba algo extraordinario. ¿Acaso se hubiera
enamorado de su modelo? En una carta a su amigo íntimo Zapater,
escribía: "Mas te valía venirme a ayudar a pintar la de Alba, que ayer se
me metió en el estudio a que le pintase la cara, y se salió con ello; por
cierto que me gusta más que pintar el lienzo, que también la he de
retratar de cuerpo entero y vendrá apenas acabe yo un borrón que estoy
haciendo del duque de Alcudia a caballo."
Goya acudía a Sevilla, a Sanlúcar de Barrameda; no se sabe si
siguiendo a la duquesa de Alba o a la Corte, pero sus dibujos para los
álbumes de Sanlúcar constituyen sus primeros verdaderos estudios
tomados de la vida. Es su mundo, su manera de ver las cosas, a los seres,
desde la profundidad y aislamiento que le da su sordera. En los dibujos, la
duquesa surgía dos o tres veces, y en el otro retrato que le pintó, en el
cual se puede ver una inscripción en la arena que dice Sólo Goya, la de
Alba está tocada con mantilla y faldas negras.
El pintor, elegido director de la Academia de San Fernando en
1795, renuncia a este cargo por motivos de salud en la primavera de 1797.
Los caprichos es la obra más real e irreal al mismo tiempo que ha
producido el genio de la luz y las tinieblas. Si se la hubiera pintado en
estos momentos, los psicoanalistas hubieran hablado del producto de una
droga, aunque, a veces, la imaginación vaya mucho más lejos que los
efectos de la droga. A buen seguro que Goya y Lucientes se sintió lleno
de esa felicidad, producto de la feroz sordera. El sueño de la razón
produce monstruos hace feliz a cualquier niño de hoy (devorar de
comics), que puede, sin duda, llegar a la profundidad de la pintura
empezando por ahí. Ese aguafuerte con título de Volaverunt dice de Goya
19 Corría el año 1793, Goya escribe que está enfermo. Sebastián Martínez, el rico comerciante y gran coleccionista, dice que el pintor ha venido de Sevilla y que se encuentra grave. Los amigos explican a Zapater que el pintor tiene parálisis. ¿Qué hacía Goya en Cadiz? Nada hay claro. Parece que los Borbones de España "remueven todo para impedir la condena a muerte de su primo". Goya, que está en buenas manos, se va recuperando, la cabeza parece que va a estrallarle; el resultado de todo ello, "una especie de meningitis", hace que se quede totalmente sordo. Y sigue pintando todos los encargos que le hacen, El general Ricardos, el del coronel Félix Colón de Larreategui, el de Ramón Posado y Soto y el de actriz La tirana, una de las mujeres más bellas de la época. El retrato lo hizo Goya cuando la actriz se retiraba de los escenarios. Ya sordo, Goya encontró a la modelo que mejor conocía su gran público, la duquesa de Alba. Se había firmado la paz de Basilea con Francia y a Godoy se le había dado el título de príncipe de la paz. El pintor realizaba su trabajo como nunca; parecía que la sordera lo había aislado del mundo y lograba algo extraordinario. ¿Acaso se hubiera enamorado de su modelo? En una carta a su amigo íntimo Zapater, escribía: "Mas te valía venirme a ayudar a pintar la de Alba, que ayer se me metió en el estudio a que le pintase la cara, y se salió con ello; por cierto que me gusta más que pintar el lienzo, que también la he de retratar de cuerpo entero y vendrá apenas acabe yo un borrón que estoy haciendo del duque de Alcudia a caballo." Goya acudía a Sevilla, a Sanlúcar de Barrameda; no se sabe si siguiendo a la duquesa de Alba o a la Corte, pero sus dibujos para los álbumes de Sanlúcar constituyen sus primeros verdaderos estudios tomados de la vida. Es su mundo, su manera de ver las cosas, a los seres, desde la profundidad y aislamiento que le da su sordera. En los dibujos, la duquesa surgía dos o tres veces, y en el otro retrato que le pintó, en el cual se puede ver una inscripción en la arena que dice Sólo Goya, la de Alba está tocada con mantilla y faldas negras. El pintor, elegido director de la Academia de San Fernando en 1795, renuncia a este cargo por motivos de salud en la primavera de 1797. Los caprichos es la obra más real e irreal al mismo tiempo que ha producido el genio de la luz y las tinieblas. Si se la hubiera pintado en estos momentos, los psicoanalistas hubieran hablado del producto de una droga, aunque, a veces, la imaginación vaya mucho más lejos que los efectos de la droga. A buen seguro que Goya y Lucientes se sintió lleno de esa felicidad, producto de la feroz sordera. El sueño de la razón produce monstruos hace feliz a cualquier niño de hoy (devorar de comics), que puede, sin duda, llegar a la profundidad de la pintura empezando por ahí. Ese aguafuerte con título de Volaverunt dice de Goya
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