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retratos que Velázquez hace del rey Felipe IV, hijo de Felipe III y doña
Margarita de Austria.
Este retrato debió ser pintado cuando el maestro llega a la Corte, en 1623,
pero fue rehecho cinco años más tarde, utilizando una técnica fluida. El pintor
modifica la silueta y la actitud de las manos y las piernas. Con la capa abierta en
la parte de abajo, el artista le dio a la figura excesivamente delgada, mucho más
firmeza y dignidad. La luz se dirige al rostro y a las manos, reclamando sobre
ellos la atención del espectador. El fondo, más claro que en su etapa sevillana,
no tiene más referencia espacial que las sombras que originan la luz dirigida.
Felipe IV, con armadura (1626-1628)
A sus éxitos como retratista debió Velázquez su nombramiento como
Pintor de la Corte. Sobre el primer retrato ecuestre de Felipe IV el cual no se
conserva, concluido por Velázquez en 1625, Pacheco afirma que fue exhibido
públicamente en Madrid, en la calle principal para que toda la ciudad lo
admirara y otros artistas pudieran mirarlo llenos de envidia. Entre los retratos
del rey de los primeros años madrileños se encuentra además un retrato de busto
con armadura. Los ojos sin brillo y los rasgos adormecidos del rostro traicionan
al Habsburgo falta de voluntad y melancólico, que dejó en manos de su enérgico
ministro Olivares la conducción del Imperio.
Baltasar Carlos a caballo (1634-1635)
El príncipe, representado en torno a los cinco años de edad,cabalga al
galope, erguido, llevando en su mano derecha la bengala de general. La
exagerada curva que Velázquez da al cuerpo del caballo se debe a que su
colocación original sería como sobrepuerta.
El paisaje del fondo que corresponde al Guadarrama con la cima nevada
de La Maliciosa, ocupa toda la composición y sus planos están conseguidos por
una gradación tonal que parte de los ocres para, a través del verde, llegar a las
lejanías azules. El cielo con nubes, ocupa la mitad del lienzo. Por otra parte los
tonos del traje, verdes, dorados, la banda rosa y el sombrero negro, aplicados
con rapidez y soltura, dan un toque de color a la escena.
Retrato ecuestre de Felipe IV (1635)
Si bien en el retrato del infante el artista pudo dar un tono alegre, en los
retratos ecuestres de sus padres-colocados en el Buen Retiro a los lados del de
Baltasar Carlos, - debió someterse mucho más a las exigencias de representación
de la concepción cortesana del retrato. Desde la antigüedad fue considerado el
retrato ecuestre como la forma adecuada de expresar el señorío, lo que exige
respeto, mientras que Rubens amplió el elogio del príncipe, en sentido barroco,
10 retratos que Velázquez hace del rey Felipe IV, hijo de Felipe III y doña Margarita de Austria. Este retrato debió ser pintado cuando el maestro llega a la Corte, en 1623, pero fue rehecho cinco años más tarde, utilizando una técnica fluida. El pintor modifica la silueta y la actitud de las manos y las piernas. Con la capa abierta en la parte de abajo, el artista le dio a la figura excesivamente delgada, mucho más firmeza y dignidad. La luz se dirige al rostro y a las manos, reclamando sobre ellos la atención del espectador. El fondo, más claro que en su etapa sevillana, no tiene más referencia espacial que las sombras que originan la luz dirigida. Felipe IV, con armadura (1626-1628) A sus éxitos como retratista debió Velázquez su nombramiento como Pintor de la Corte. Sobre el primer retrato ecuestre de Felipe IV el cual no se conserva, concluido por Velázquez en 1625, Pacheco afirma que fue exhibido públicamente en Madrid, en la calle principal para que toda la ciudad lo admirara y otros artistas pudieran mirarlo llenos de envidia. Entre los retratos del rey de los primeros años madrileños se encuentra además un retrato de busto con armadura. Los ojos sin brillo y los rasgos adormecidos del rostro traicionan al Habsburgo falta de voluntad y melancólico, que dejó en manos de su enérgico ministro Olivares la conducción del Imperio. Baltasar Carlos a caballo (1634-1635) El príncipe, representado en torno a los cinco años de edad,cabalga al galope, erguido, llevando en su mano derecha la bengala de general. La exagerada curva que Velázquez da al cuerpo del caballo se debe a que su colocación original sería como sobrepuerta. El paisaje del fondo que corresponde al Guadarrama con la cima nevada de La Maliciosa, ocupa toda la composición y sus planos están conseguidos por una gradación tonal que parte de los ocres para, a través del verde, llegar a las lejanías azules. El cielo con nubes, ocupa la mitad del lienzo. Por otra parte los tonos del traje, verdes, dorados, la banda rosa y el sombrero negro, aplicados con rapidez y soltura, dan un toque de color a la escena. Retrato ecuestre de Felipe IV (1635) Si bien en el retrato del infante el artista pudo dar un tono alegre, en los retratos ecuestres de sus padres-colocados en el Buen Retiro a los lados del de Baltasar Carlos, - debió someterse mucho más a las exigencias de representación de la concepción cortesana del retrato. Desde la antigüedad fue considerado el retrato ecuestre como la forma adecuada de expresar el señorío, lo que exige respeto, mientras que Rubens amplió el elogio del príncipe, en sentido barroco,
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