Учебное пособие по аналитическому чтению на испанском языке. Бессарабова Г.А. - 29 стр.

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A esta olmeda, que se abre a la salida de la vieja ciudad no
llega el rumor rítmico y ronco del oleaje: llega en el silencio de la montaña, en
la paz azul del mediodía, el cacareo metálico, largo, de un gallo, el golpear
sobre el yunque de un herrería.
Fá cilmente podemos observar que la función poética, predominante en este
pasaje, modela los significados comunicá ndoles un valor nuevo que no poseían
fuera de la composició n.
La insuficiencia del lenguaje, y la inteció n de impresionar son, como ya
sabemos, la causa del lenguaje figurado, del lenguaje poético.
El valor sugestivo de los significados es la característica principal en el
plano semántico. Esta sugestión da origen a la imagen poética, recurso
alrededor del que gira toda la composició n de Azorín. Ella origina una gama de
posibilidades al lado del significado ya conocido por la experiencia común,
dando lugar a expresiones como: paz azul; cacareo metálico; la llamada de las
mieses.
Castilla, personificada por el autor, se siente solitaria y melancó lica porque
no puede ver el mar. La expresión pone de manifiesto la afectividad del autor
hacia esta tierra castellana. Para él no es Castilla un escenario transitorio, sino
una verdadera, una profunda circunstancia. Parte de un yo que lamenta la
lejanía del mar; el mar que une a Azorín con su tierra levantina.
El fragmento de Azorín despierta todos los sentidos: aparecen luces,
formas y colores (rojizos, pardos pajizos); los sonidos del mar y de tierra
adentro:
A esta olmeda no llega el rumor rítmico y ronco del oleaje: llega en el
silencio de la montaña, en la paz azul del mediodía, el cacareo metálico, largo,
de un gallo, el golpear sobre el yunque de una herrería.
Así, la descripció n queda vivificada por aquello que nos parece estar
viendo y oyendo.
No hay duda de que los dos escenarios que aparecen en el fragmento está n
humanizados ante la visión del autor. Castilla es real, pero, lo mismo que el mar
hacia el que tiende incansablemente, tiene una vinculación directa con Azorín,
con el hombre y con él se comprende y se ama a un pueblo; porque este paisaje
no se entendería del todo si no se le viera como un territorio natural y también
recreado.
En el texto, Azorín se nos muestra, ante todo, como un hombre de gran
temperamento lírico, un contemplativo. Por eso su facultad esencial reside en la
sensibilidad, en la capacidad de percibir el valor emotivo y poético de las cosas
a través de los detalles má s pequeños.
CONCLUSION
La íntima realidad espiritual de Castilla, buscada en los menudos detalles del
paisaje y de las gentes, se manifiesta en una descripción que nos presenta un
paisaje agreste y esteril, pero que no por ello deja de ser hermoso.
El escritor hace un reconocimiento de cada uno de los elementos integrantes
del panorama de la meseta castellana; selecciona los má s destacados y con ellos
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               A esta olmeda, que se abre a la salida de la vieja ciudad no
llega el rumor rítmico y ronco del oleaje: llega en el silencio de la montaña, en
la paz azul del mediodía, el cacareo metálico, largo, de un gallo, el golpear
sobre el yunque de un herrería.
     Fácilmente podemos observar que la función poética, predominante en este
pasaje, modela los significados comunicándoles un valor nuevo que no poseían
fuera de la composición.
     La insuficiencia del lenguaje, y la inteción de impresionar son, como ya
sabemos, la causa del lenguaje figurado, del lenguaje poético.
     El valor sugestivo de los significados es la característica principal en el
plano semántico. Esta sugestión da origen a la imagen poética, recurso
alrededor del que gira toda la composición de Azorín. Ella origina una gama de
posibilidades al lado del significado ya conocido por la experiencia común,
dando lugar a expresiones como: paz azul; cacareo metálico; la llamada de las
mieses.
     Castilla, personificada por el autor, se siente solitaria y melancólica porque
no puede ver el mar. La expresión pone de manifiesto la afectividad del autor
hacia esta tierra castellana. Para él no es Castilla un escenario transitorio, sino
una verdadera, una profunda circunstancia. Parte de un yo que lamenta la
lejanía del mar; el mar que une a Azorín con su tierra levantina.
     El fragmento de Azorín despierta todos los sentidos: aparecen luces,
formas y colores (rojizos, pardos pajizos); los sonidos del mar y de tierra
adentro:
       A esta olmeda no llega el rumor rítmico y ronco del oleaje: llega en el
silencio de la montaña, en la paz azul del mediodía, el cacareo metálico, largo,
de un gallo, el golpear sobre el yunque de una herrería.
     Así, la descripción queda vivificada por aquello que nos parece estar
viendo y oyendo.
     No hay duda de que los dos escenarios que aparecen en el fragmento están
humanizados ante la visión del autor. Castilla es real, pero, lo mismo que el mar
hacia el que tiende incansablemente, tiene una vinculación directa con Azorín,
con el hombre y con él se comprende y se ama a un pueblo; porque este paisaje
no se entendería del todo si no se le viera como un territorio natural y también
recreado.
     En el texto, Azorín se nos muestra, ante todo, como un hombre de gran
temperamento lírico, un contemplativo. Por eso su facultad esencial reside en la
sensibilidad, en la capacidad de percibir el valor emotivo y poético de las cosas
a través de los detalles más pequeños.

      CONCLUSION
   La íntima realidad espiritual de Castilla, buscada en los menudos detalles del
paisaje y de las gentes, se manifiesta en una descripción que nos presenta un
paisaje agreste y esteril, pero que no por ello deja de ser hermoso.
   El escritor hace un reconocimiento de cada uno de los elementos integrantes
del panorama de la meseta castellana; selecciona los más destacados y con ellos